Actualmente, un 54% de la población mundial vive en ciudades, la mayoría grises, no biofílicas, urbanísticamente no inclusivas con el verde, sin estar concebidas para ser productivas y proveer de un entorno favorable y beneficioso a los habitantes. Ese porcentaje va en aumento y se prevé que en 2050 dos tercios de la humanidad viva en núcleos urbanos.
Es evidente que la vida en las ciudades es positiva y empoderadora para el desarrollo de las personas en lo que se refiere a relaciones sociales, cultura, negocios, ciencia y comunicación, entre otros ámbitos. Sin embargo, este crecimiento urbano considerable e inevitable también plantea problemas significativos de desarrollo sostenible, contaminación, infraestructuras y recursos.
Estamos ante modelos de desarrollo y coexistencia que priorizan el consumo ante la vida y que han llevado al planeta a experimentar cambios climáticos repentinos vinculados al cambio energético. La agricultura industrial es uno de los principales culpables, así como la deforestación, el agotamiento del agua, la degradación del suelo y la pérdida de la biodiversidad.
Nos enfrentamos a un reto considerable si en el futuro inmediato queremos sustentar con éxito a millones de personas en un entorno seguro, ecológico, sano y autosuficiente.